jueves, 15 de mayo de 2014

"QUÉ ES SER PELOTAS"

UN PEQUEÑO RELATO CONTADO DESDE EL PUNTO DE VISTA DE UN TRABAJADOR “PELOTAS”
            El ambiente que se respira a diario es tenso y repulsivo, totalmente insoportable. En determinadas ocasiones, cuesta mucho contenerse. De los tres empleados que compartimos la oficina, yo soy quien mejor lo lleva gracias a mi astucia y talante. Domino mis impulsos en el momento justo y procuro contentar a todas las partes.
            Sé perfectamente cuándo debo hablar, con quién y cómo. Procuro mantenerme al margen cuando las cosas se complican y espero que los demás den siempre el primer paso. De ser un movimiento en falso, yo quedo como el trabajador leal a su empleador. Procuro no destacar demasiado, es mejor mantenerse en un segundo plano. Fue así como me gané la confianza de Eusebio, mi jefe.
            Eusebio es una persona muy nerviosa, insensible, anarquista y dictadora, a pesar de su juventud. Su única ambición en la vida es incrementar patrimonio y codearse con las altas esferas. La familia la mantiene en un segundo plano. Poco importa por encima de quien tenga que pasar y los métodos a utilizar para conseguirlo. El fin justifica los medios, decía habitualmente.
            Desde muy joven comenzó a trabajar y a ganar grandes cantidades de dinero. Fundó una pequeña sociedad y contrató dos operarios que conocía de anteriores empresas en las que habían coincidido. Poco a poco, fue comprobando que las cosas le iban bien, que tenía un don especial para tratar con la gente y capitanear una empresa. Con el paso del tiempo, va aumentando la plantilla, así como sus negocios.
            Debido a su egocentrismo, se convierte en una persona avariciosa y egoísta. En su empresa solamente regía un lema: “Mientras pague, grito. El día que deje de pagar, entonces dejaré de gritar”. Nos lo repetía todos los días en la oficina y también se lo recordaba a los proveedores cuando enviaban algún material en mal estado o fuera de plazo. Él no respetaba a nadie allí adentro ni se amilanaba por nada.
            Mis compañeras de oficina están muy compenetradas. Se consultan mutuamente las dudas y hacen el trabajo en equipo. Eli lleva bastantes años en la empresa y Carmen solamente siete meses. A Eusebio no le gusta que haya tanta avenencia entre ellas. Prefiere crear crispación y estrés antes que armonía. Le molesta profundamente que salgan juntas al finalizar la jornada. 
            Disfruto ver como Eusebio se ensaña con ellas. A mí me tienen descuidado. Cada vez que entro en el despacho, se produce un silencio receloso por parte de ambas. Sé que me ocultan información y no me invitan a quedar los fines de semana con ellas. Se limitan a tener conmigo una relación estrictamente profesional.
            Sin ir más lejos, esta misma mañana se produjo una pequeña desavenencia en la oficina. Eusebio llegó de la calle trastornado. Un cliente importante no le había abonado una factura y el dinero le hacía falta para pagar a un proveedor esa misma tarde. Carmen había redactado una partida incorrectamente y se había equivocado en el importe, con lo cual, el cliente se negó a firmar el cheque.
            Estábamos trabajando con normalidad y de repente escuchamos el ruido de los neumáticos del coche de Eusebio. Al entrar por la puerta, ya supinos lo que iba a suceder. Lo primero que hizo fue tirar la factura encima de la mesa de Carmen con desprecio y seguidamente dio varios puñetazos a la puerta de entrada y sobre el mostrador, haciéndose daño en los nudillos. Todos mantuvimos la respiración ante la situación tan tensa que se nos presentaba.
            Eusebio amenazó a Carmen con el despido. Le tenía que arreglar el entuerto en aquel preciso momento. Si no lo hacía así, esa tarde excusaba de presentarse a trabajar. Gritaba como un poseso, estaba totalmente fuera de sí.
            Otra de sus frases célebres hizo presencia: “Sois unos inútiles, un cáncer para esta empresa. Al final yo tengo que estar en todo. Estáis sentados nueve horas delante de ese ordenador y aun así hacéis mal el trabajo. Yo os daría mil vueltas. Debo dormir con un ojo abierto y otro cerrado, no puedo confiar en nadie. Inútiles, que sois unos inútiles”. Carmen comenzó a llorar al tiempo que cogía la factura y se ponía a rectificar los errores.
            Acto seguido, Eli levanta la cabeza y le replica al jefe: – Si algo tienes que decirle a Carmen, que no lo discuto, podrías haberlo hecho de otra forma. Tú deber como empresario, es llamarla a tu despacho y ahí, en privado, le podrías haber dicho todo lo que pensabas de su trabajo y más. No veo correcta tu forma de proceder en este asunto. Es una falta de respeto cara a los empleados. No somos objetos, somos personas y como tal, exigimos consideración – todo con un tono de voz pacífico – ella pudo cometer errores, como cometo yo o tú, como empresario que eres, pero eso no te da derecho a desprestigiarla de esa manera. Ni a ella ni a nadie que trabaje para ti.
            Nunca antes nadie le había recriminado acto alguno a Eusebio. Todos acataban sus deseos y caprichos. Había que tener mucho valor para cuestionar el comportamiento del gerente y decirlo en voz alta.
            Eusebio, que no había alzado la vista de su agenda mientras Carmen hablaba, encañonó a la contable con la mirada y con una voz irritada exclamó: – quien te crees tú para criticar que hago o debo hacer en mi empresa, “mi empresa”. Si no estás contenta con el trato y las condiciones que tienes, ya sabes dónde está la puerta. Aquí no retenemos a nadie. Quiero que los tres aquí presentes tengáis una cosa muy clara. Aquí nadie es imprescindible, puedo sustituiros en un abrir y cerrar de ojos. 
            Yo, como casi siempre, no me pronuncio. El tema no va conmigo, por lo tanto me mantengo al margen y me muestro como el empleado incondicional y fiel a su caudillo. Eusebio es el que me paga, ellas me ignoran, por lo tanto, cada uno tiene lo que se merece.

SANDRA EC

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