viernes, 30 de mayo de 2014

***LAS 4 ETAPAS DE LA VIDA***


Mientras somos jóvenes, no nos preocupamos de la llegada de la vejez.
            En la niñez o infancia, somos como auténticas esponjas. Queremos saberlo todo, él porqué, él cómo, cuándo, dónde; consultamos a nuestros padres cada una de las dudas que nos atosigan, queremos explorar todo lo desconocido que capta nuestra atención. Nuestros padres son ejemplos a seguir, a esta edad, no se nos pasa por la cabeza desobedecerles ni retarles. Nos gusta estar protegidos por ellos, que nos cojan de la mano, nos den abrazos y besos. El colegio también forma una parte importante en nuestra vida, puesto que es otro espacio en el que aprendemos y además disfrutamos con ello.
            En la adolescencia, nuestra única preocupación es disfrutar de la vida, de los amigos, conocer a gente nueva, salir por las noches; en resumidas cuentas, relacionarnos.  Los problemas se escurren, pasamos de puntillas tras ellos y nuestra única preocupación es pasarlo bien, puesto que nos sobra energía y vitalidad. Los estudios siempre quedan en un segundo plano. A nuestros padres ya no los vemos como un ejemplo sino como comodines que tenemos y en los que nos apoyamos cada vez que necesitamos simplemente algo material.
            Los problemas, los hablamos con los amigos, o más bien, con quien creemos que son nuestros amigos. No nos gusta que nos den consejos, sobre todo si vienen de la mano de algún pariente ascendente. Creemos que lo sabemos todo y que controlamos por completo toda nuestra vida. Los amigos son nuestra verdadera familia porque ellos sí nos entienden.
            Los pequeños problemas que tenemos, los resolvemos con la fuerza. Sentimos vergüenza si en alguna ocasión tenemos que ir acompañados por la calle de nuestros padres. No reconocemos los esfuerzos que ellos hacen por nosotros, no lo vemos de esa manera, simplemente creemos que es su obligación como progenitores. Los abuelos juegan un papel más importante en nuestras vidas. En la niñez, nos aconsejábamos tanto con los padres como con los abuelos, ahora esto ha cambiado. Nos da vergüenza hablar con nuestros padres de ciertos temas y tenemos la impresión de que nuestros abuelos nos van a entender mejor, o por lo menos, pondrán menos excusas o trabas. Bien es cierto, que los abuelos, al no poder disfrutar de sus hijos en su época debido a los horarios de trabajo, lo hacen con los nietos. Lo que no le han podido dar a sus hijos, se lo dan a los vástagos. Esta situación, en ocasiones molesta a los padres y crea disputas en la familia, pues sienten que sus hijos son demasiado consentidos y que se alejan de ellos.
            No atendemos a compromisos ni obligaciones. Solamente nos conciernen los derechos. Otro factor importante en esa etapa es que descubrimos el sexo, un tema tabú a la hora de dialogar con nuestros progenitores.
            La siguiente etapa de la vida de una persona se llama madurez. Es la fase que se prolonga más en el tiempo. A unos les llega antes que a otros. Pasamos de que no nos importe nada, a sentirnos inmunes a los problemas y pensar que otro nos lo resolverá a, identificarnos con los mismos, a ponernos en la piel del otro, dicho de otra forma, a sentir empatía. Nos preocupa la situación laboral, nos preocupa el matrimonio y la procreación, nos preocupan nuestros mayores. No se puede aplicar esta regla a todos los casos, pero por norma general es así.
            Bien es cierto, que hay parejas que no pueden atender a sus progenitores debido a sus trabajos. Es difícil conciliar la vida laboral, con la vida familiar y más, si tienes familiares dependientes.
            Debido a determinadas circunstancias, sentimos dolor, rabia e impotencia. Procuramos resolver los problemas mediante el diálogo y no con la fuerza. Decidimos vivir la vida con más calma y sopesando cada una de las decisiones que tomamos. Es en esta etapa, cuando llegan los achaques en la salud, problemas de huesos, triglicéridos, colesterol, diabetes. Sentimos inquietud por seguir una alimentación sana y procuramos hacer algún tipo de deporte. La otra preocupación que nos asola y nos causa mucha angustia, es el fallecimiento de nuestros progenitores.
            La última etapa de la vida de un humano es la vejez o ancianidad. Llegado este momento, tenemos claro que nuestra vida se acaba, llega el punto y final. Hay ancianos que, antes de morirse, dejan todo preparado para dicho suceso, para una vez más, no ser un rompecabezas para sus herederos. La ropa, el sepelio, las flores, la inhumación, la lápida, etc. Muchos desean que llegue dicho instante, sea porque dicen que así se encontrarán con sus seres queridos ya fallecidos o porque están cansados de tanto sufrir. Dar un pequeño paseo por una residencia de ancianos y charlar con ellos, así lo confirma. Muchos se sienten olvidados por sus familias, se consideran abandonados como si de animales se tratase y no se dignan a visitarlos ni en las fechas más señaladas. Es común escuchar conversaciones entre las parejas jóvenes sobre sus padres, como que no cuidan su higiene, que no se levantan del sofá, que son una carga difícil de llevar. Mientras que de los ancianos, nunca escucharás hablar mal de sus hijos. Los excusan y justifican. En una visita a una abuela en una residencia de ancianos, ésta comentó que su madre a menudo argumentaba: 
        Los mayores somos feos en la mesa, no tenemos presentación, ni siquiera somos capaces de seguir una conversación, que triste es llegar a viejos y estar aquí solos.
            Ella corroboraba dicha afirmación. No debemos pensar así. No hay cosa más hermosa que ver a los abuelos felices junto a sus hijos, nietos y quién sabe, hasta biznietos, todos a la mesa. Debemos darles cariño y no hacer que se sientan como una carga. Ya debe ser bastante difícil aceptar que la vela se apaga y que tenemos que dejar atrás todo lo que hemos construido y la familia que hemos formado, cuanto más aún aceptar que somos un incordio.
            Es bueno saber que, en dichos centros, hay voluntarios que se ofrecen a hacerles la vida un poco más alegre. Les cantan, los sacan a bailar y preparan fiestas de cumpleaños para los que están más solos.
            Debemos pensar que nosotros también llegaremos a su situación, en el mejor de los casos, y seguramente nos gustaría que nuestros hijos nos cuidaran con cariño como nosotros hicimos con ellos cuando eran críos. Es por ello que debemos hacer un esfuerzo por repartir un poquito más nuestro amor y tiempo libre. Trabajar para que sientan que son una parte importante en nuestra vida, en definitiva, que los queremos y les agradecemos todo lo que han hecho por nosotros. Se lo debemos.
SANDRA EC






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