sábado, 31 de mayo de 2014

//EL DESEO//




                El deseo es un monstruo de cuatro cabezas contra el cual, en ocasiones, debemos luchar con espadas de plata. A través de su boca desprende un aliento de fuego capaz de atravesarnos, de dominarnos e incluso tiranizarnos. Podemos cabalgar sobre su escamado lomo, amarrados fuertemente a sus alas de murciélago, disfrutando así, de un maravilloso espectáculo. Podemos también agarrarnos a su cola espinosa y encrespada, gozando de idas y venidas vertiginosas, tal cual una montaña rusa, o por el contrario, quedarnos estiradas en el suelo, aguantando aquella mirada penetrante, acusadora, y hasta podríamos decir que juguetona, esperando sentir sobre nuestro cuerpo sus bolas de fuego, sentir que la temperatura se eleva, los ojos enrojecen, la tez se ruboriza y la boca se reseca, y todo ello mezclado con la aventura, la tentación o la fantasía hace que se nos erice la piel y que saltemos de una nube de algodón a otra, sobre zapatos de cristal.
                El deseo es como comer chucherías en plena clase de matemáticas, a vueltas con las raíces cuadradas, por debajo de la mesa y sin que el profesor nos vea. Es riesgo, emoción y un sinfín de sensaciones electrizantes que nunca confesaríamos en voz alta; es esa agitación que descubrimos cuando nos encontramos a solas en medio de la noche, con la luz tibiamente encendida. Es atreverse a darle un balonazo a aquella pelota, hasta entonces olvidada en una esquina de nuestro jardín.


SANDRA EC

No hay comentarios:

Publicar un comentario